Leo en el periódico Ideal que José Enrique Carrasco, el cartero de Cádiar, un pueblo precioso de la Alpujarra, ejerce esa profesión por vocación. ¿No es fantástico que hoy en día se entreviste a una persona que hable de su trabajo con alegría y con la satisfacción de realizar su tarea como un servicio, como un hacer felices a sus conciudadanos?
Antes de decidirme a realizar esta entrada, he cogido un diccionario Anaya de los que utilizaban mis hijos en época escolar, para buscar y transcribir la deficinición de la palabra vocación: inclinación o afición a cualquier estado o profesión. No puede ser más sencilla y profunda al mismo tiempo. Inclinación-preparación-profesión.
Con el problema de la crisis y la indefensión en la que se encuentran tantas pequeñas y medianas empresas y tantos trabajadores en condiciones de precariedad, así como tantos jóvenes y no tan jóvenes sin trabajo, en paro, el hablar de su vocación a su profesión es todo un lujo, una lotería, una suerte, pero así debería ser para cada persona.
En una película que vi en la tele hace cuatro o cinco días, el protagonista le decía a una chica que la dignidad de la persona no estaba en el lugar de la ciudad en la que viviera, mejor o peor barrio, si no en tener o no tener un empleo. ¿Trabajo y que además te guste? Una lotería.
martes, 22 de diciembre de 2009
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)